Sara caminaba tranquila; aquella mañana de marzo se despertó con la convicción de que tenía que emprender un viaje, con rumbo hacia lo desconocido o quizá solo hacia su destino. Lanzó una moneda y la cruz le indicó que avanzaría hacia el sur. Al atardecer, a punto de dejarlo todo, cayó en una madriguera y mientras intentaba salir, un dejo de luz la alumbró: era débil pero palpable. Se acercó con cuidado hasta que encontró una mariposa, la acarició y todo se iluminó: imágenes alborotadas llenaban el lugar, lucían tan reales que Sara se aventuró a tocar una, cuando lo hizo, el resto desapareció.
Se transportó a un año desconocido, quizá el 2057. Se encontraba en un cuarto de paredes blancas, un espejo y números bailarines. De repente, entró una adolescente de aproximadamente 16 años, aunque su cuerpo y facciones se sentían a destiempo. Lo más extraño fue que esta tenía una etiqueta en la cual Sara esperó encontrar su nombre, mas, grande fue su sorpresa al leer "ANOREXIA". Intentó hablar con ella, pero no obtuvo respuesta. Por accidente le tocó el abdomen y la jovencita automáticamente se dirigió al espejo, miró su reflejo y empezó a murmurar: "no soy lo suficientemente delgada, necesito quemar grasa"; aquellas oraciones se reproducían constantemente y Sara no sabía cómo pararlo. Entonces le tapó la boca. Las voces callaron y ahora la adolescente calculaba calorías, parecía una matemática experimentada. Entendiendo la dinámica, le presionó la cabeza y apareció una película en la que la adolescente era la protagonista. En la primera escena habrá tenido unos 10 años: mientras comía helado, su mamá corría incansablemente en una pista. Saltó hacia otro escenario, esta vez estaba escondida y escuchó hablar a sus familiares acerca de su supuesto sobrepeso. Después, Sara tocó sus ojos, se abrieron mil páginas de testimonios acerca de cómo dejar de comer y cómo perder peso. Exasperada, Sara limpió una lágrima que rodaba por la mejilla de aquella jovencita y todo desapareció. De nuevo las imágenes alborotadas.
Sara no quería seguir en ese juego sin salida y como un acto de valentía tocó la foto de un cuarto de paredes negras que contenía un pizarrón. Sus manos presurosas sostuvieron una tiza a medio usar que flotaba en el aire y escribió: "El viaje de mi vida me llevó a lugares impensables, me hizo sentir realidades tan fuertes que me asombra la pequeñez con la que se las trata. Acabo de descubrir la razón de este viaje; tener deseos de ayudar es gran parte del trabajo, pero quiero mirar hacia el infinito. Tal vez empezar por los más pequeños y darles herramientas como resiliencia y autoestima, sería una grandiosa manera de liberarlos de los demonios que los pueden sorprender. Así, armados y listos para el combate, probablemente se aligere su carga. Hoy, una responsabilidad nació en mí. Hoy, el viaje de mi vida me enseñó tanto". La tiza se terminó, Sara se limpió las manos. Esperó las imágenes alborotadas. Nunca regresaron.
Sara despertó…
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