miércoles, 5 de mayo de 2021

Ella

    ¿Alguna vez os habéis enamorado?
Yo recuerdo enamorarme una vez. Era un chico de mi clase, con el pelo negro y ojos verdes. Me gustaba estar con él, pasar tiempo a su lado. Se convirtió en mi mejor amigo, añadiendo besos apasionados.

Tristemente, empezaron los problemas: no era la única para él. Pero aguanté. Aguanté tormentas, huracanes y diluvios; aguanté por miedo a perderlo todo, aguanté por miedo a lo desconocido. Aguanté porque no creía merecer algo mejor.

Me forcé a olvidar que estaba con la persona que más me había dañado, me forcé a perdonarlo, sin ser capaz de hacerlo. Me había apuñalado, y vivía con el agresor, a la vez que no era capaz de quitarme el cuchillo de la espalda, por miedo a desangrarme. Dolía y mucho.

Caí en su red de mentiras y no pude despegarme, por lo que pinté las paredes de mi prisión, fingiendo vivir un cuento de hadas. De pronto, me empezó a importar más él que yo; porque mientras fuera feliz conmigo, todo valía. Debía protegerle, qué más daba una herida más en mí, ya estaba rota.

Me intoxiqué tanto que me quedé ciega y solo sabía chocarme, porque nadie me había enseñado el camino correcto; porque te enseñan que en el amor todo vale mientras quieras a la otra persona. O eso creía, hasta que apareció ella.

Recuerdo que la primera vez que la vi sentí una energía extra dentro. Noté que podía comerme el mundo, que valía. Con ella no había heridas, ni sufrimiento. Pero, de alguna forma, me sentía mal por ser feliz lejos de él e intentaba distanciarla.

Sin embargo, ella era tan distinta a él, que acabó ganando. Empecé a pasar tiempo a escondidas con ella. En esas horas no paraba de sonreír, de vivir, de disfrutar, de ser yo. Cuando me miraba lo hacía con orgullo y no con miedo, ni vergüenza.

No pude evitarlo, no pude evitar enamorarme de ella. Me enamoré de su sonrisa, de sus ojos, grandes y profundos; me enamoré de su cuerpo, de sus kilos de más, de sus arrugas, de sus cicatrices, de sus manías y de sus defectos. Me enamoré de toda ella, de su perfecta imperfección.

Era tan feliz que volví a ver

y lo que vi me impacto,

por qué me había enamorado de mi misma.

Ella era yo.

No os voy a engañar, no soy perfecta. He pasado la mayor parte de mi vida con esa idea, intentando cambiar para ser la chica ideal socialmente. Pero un día me cansé de luchar contra mi sombra, y decidí combatir a mi lado. Ese mismo día descubrí que soy una luchadora, porque siendo mi mayor enemiga supe llegar a la orilla y no hundirme. Y aprendí que incluso las mejores guerreras pierden a veces y eso no las convierte en peores, sino que se hacen más fuertes.

Aprendí a volar en un mundo con gravedad.

Aprendí a amarme correctamente y solo así pude enamorarme de verdad.

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