Si no estuviera loco todo sería más fácil, ¿no creen?
Es broma: estoy perfectamente cuerdo. Solo quería atraer su atención; ustedes sabrán disculparme. A lo que iba: quiero hablarles de Ana, mi mujer; de Ana en mi vida. Creo que bastará con unos apuntes.
Nos conocimos un jueves de febrero y nos casamos un sábado de mayo. Tres meses de noviazgo; no hizo falta más.
Con motivo de mi cumpleaños, y sin decirme nada, Ana se las apañó para organizar un pequeño viaje a un lugar de la costa. Se le ocurrió comprar billetes para el transbordador que conducía a una isla muy pequeña, casi un islote. Cuando ya estábamos a punto de embarcar se levantó un viento muy fuerte y se anuló la travesía. Estaba muy contrariada. Recuerdo su tristeza. Me conmovió: creo que estaba triste por los dos.
Nunca la quise tanto como aquel día de agosto.
Cuando me ve flojo y apagado, arrebujado en el sofá, Ana se sienta a mi lado, toma mi mano, me mira a los ojos y lanza, una y otra vez, la misma pregunta –"¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?"- hasta que ve que me rehago, me levanto y me como el mundo.
A veces le doy vueltas a algún comentario trivial que ha introducido en un momento de una conversación no menos trivial y en él descubro la impronta inequívoca del genio.
Yo, entre tanto, sigo a lo mío. No tengo remedio. Y es que soy muy poco paciente. Lo digo así, sin florituras. Y no se preocupen: ahora no sigue nada que atenúe mi afirmación. Pues bien, Ana lidia con esa impaciencia mía con total naturalidad; es más, la trata como si fuera una virtud. Sus besos nunca son tan abrumadores como cuando pierdo la paciencia.
Llamamos bondad a esa disposición del ánimo.
El caso es que ahora hace unos días que no nos vemos. Ayer, cuando iba a pasar a recogerla, me llamaron de la Residencia. Ana había pasado mala noche; llamaba a gritos a Sancho Panza. Y no es broma.
No pasa nada. Esta tarde ha vuelto a sonar el teléfono, justo a tiempo. Ana estaba perfectamente y tenía muchas ganas de verme; sobre todo por lo de mañana. Y es que mañana es nuestro primer aniversario. Bueno: solo medio, pero nos hace tanta ilusión...
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