Parecía que el estadio, como una nueva Torre de Babel, se ponía de pie y que como un solo fanático vociferaba a todo pulmón, aunque en múltiples lenguas. Todos gritaban vocablos distintos, pero el estruendoso mensaje gozaba de una claridad indiscutible. Segundos antes, su compañero había filtrado un escurridizo balón, en un dilatado pase. Similar al gol inmediatamente anterior, él lo recibió, se movió primero hacia la derecha, luego hacia la izquierda (siempre hacía estos movimientos), repitió ambas acciones y cuando se desmarcó intentó dirigir el balón hacia la portería, pero esta vez un defensa le cometió una falta, la cual fue sancionada doblemente: con una tarjeta amarilla y con un tiro libre directo.
El portero colocó una barrera de tres jugadores, a los cuales movió ligeramente hacia un lado y hacia otro, hasta que entendió que impedía un tiro en esa dirección (palo izquierdo). Entonces, se posicionó entre el centro y el palo derecho cubriendo el único espacio que había dejado intencionalmente despejado. Cuando el árbitro verificó que todo estaba en orden, autorizó la acción con un silbatazo. La expectativa crecía en la medida de la inmovilidad del atacante. Cuando se decidió, golpeó el balón con la parte interna del pie izquierdo y, como desafiando las leyes de la gravedad y de la física, el esférico inició un vuelo que eludió a los defensores y describió una elíptica inverosímil que culminó incrustada en el ángulo superior izquierdo de la portería, ante un incrédulo y estupefacto arquero.
Al final del encuentro, un periodista logró atraer su atención por un instante y aprovechó la ocasión para referirse, con cierta morbosidad, a la condición de la salud mental del jugador: - ¿Cómo es que una persona diagnosticada con Síndrome de Asperger termina siendo un deportista exitoso? Él, incómodo y turbado, lo miró como como si estuviera en una situación de otro tiro libre directo y, después de unos segundos, le contestó: - No me gusta hablar sobre mis asuntos personales, pero la verdad es que he contado con el apoyo de muchas personas: doctores, compañeros de equipo, fanáticos y, sobre todo, de mis padres. Todas las dificultades se superan entre todos. Recuerdo que mi papá me decía: "Tú encárgate de jugar duro; que de lo demás, nos ocupamos nosotros". ¡Ah! y también he tenido el apoyo de periodistas comprensivos y preocupados por mi bienestar, como usted. Gracias por la entrevista.
Se marchó a su camerino. El comunicador se quedó petrificado y, otra vez, daba la impresión de que el disparo había anidado en el ángulo imposible del arco.
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