En el momento en el que la encargada me dijo que fuese a encajar "pitufos ", el corazón se me aceleró y un calor extremo se desplazó por todo mi cuerpo. Era el mes de diciembre pero yo en ese instante sentí como si, repentinamente, hubiese llegado una ola de fuego extremo a aquel almacén que era frío por naturaleza así como algunas de sus gentes…
Los pitufos eran unas diminutas piezas de naranja –clementina, que debían ser encajadas al milímetro, y con la cara sonriente. Debías imaginar que, aquel cofre, al ser destapado, tenía que brillar y hacer feliz a los ojos del ansioso consumidor... Cogí una caja y fui seleccionando, una a una, las piezas en cuestión. Mientras, el sudor no paraba de descender por todo mi cuerpo. Era la primera vez que realizaba esa para mí, "misión "y el quid de la cuestión era sólo cuestión de diez clementinas. Pero, de cara a mis ojos, las piezas en verdad, eran pequeños diablillos que, a su libre albedrio, cambiaban de color y de formas e iban escabulléndose entre los rincones de aquel panel soporta-penas y frutas. Y, de repente, apareció ella, mi salvación. Ella era una mujer de mirada seria, precisa y triste. En sus manos y en su voz había quedado tatuado el desgaste del paso del tiempo, pero no en su corazón. Se acercó a mí, cogió esas piezas de fruta con extrema delicadeza, colocando una a una en el cofre de madera, apurando el mínimo detalle, tal figura de porcelana fina se tratase. Yo quedé ensimismada y los miembros de mi cuerpo se bloquearon como si hubiesen sido accionados por algún resorte. Ella me miró con confianza y me dijo: "Gema tú puedes ". La miré, volví a mirar aquel panel repleto de fresca fruta, pensé por unos segundos en su modo de hacer, en su afán de enseñarme sin esperar nada a cambio, en el brillo de sus ojos gritando "tú puedes "… Y sí, finalmente pude. Y, de no haber podido, me habría jugado el puesto por no tener experiencia. Una experiencia que no viene debajo del brazo al nacer… Y ese día que empezaba a teñirse de color oscuro, se llenó de exuberante luz. Y todo, gracias a ella.
Y el tiempo pasó… Y un día, revisando fruta en otro departamento, levanté la cabeza y vi que en frente de mí estaba ella. Observé la precisión en sus acciones, su vos ausente y su mirada triste una vez más. Al ver que mi compañera la observaba también, le dije "aquella mujer es una crack "a lo que ella me respondió: "Aquella mujer está loca ". " ¡Eso no es verdad! "recriminé yo, de no haber sido por su ayuda yo habría perdido mi puesto de trabajo.
Algunos llaman locos a aquellos quienes no siempre ríen, pueden tener la mirada triste y a veces no hablan… Muchas veces para hablar y no tener nada que decir, mejor mantener la boca cerrada…
Algunos llaman locos a aquellos quienes no siempre ríen, pueden tener la mirada triste y a veces no hablan… Muchas veces para hablar y no tener nada que decir, mejor mantener la boca cerrada…
No hay comentarios:
Publicar un comentario