"Es hora de hablarle, vamos"
Caminando por el limbo, visitando el campo de desesperación. Hay flores que intentan recoger, pero yacen marchitas, reflejando el sentir en su existencia. Muchos deambulan, algunos gimen y sollozan, otros observan el grisáceo cielo, con la mirada perdida y vacía. Las cenizas se esparcen dibujando un afligido rostro. Y escondido en el tumulto, repite preguntas a la realidad retorcida.
"¿Encontré lo que buscaba?"
Terciopelo enredado, cruzando sus pasos, con dagas en la espalda y un compañero poco amigable, movía sus secos labios buscando reconforte. Una flor hubiese sido suficiente, un abrazo no pedido hubiese curado ciertas heridas, pero ni gritando habría conseguido fijaran, por un instante, sus miradas ante la tempestad invisible que azotaban su mente y cuerpo.
–Está bien, su salud mental es buena. Ningún consanguíneo ha sufrido esto. No está loca.
Una mujer le arrullaba, solía visitarle cuando en soledad se encontraba. En un cuarto tan caluroso y tan frío, elevar sus pensamientos a nada era la última barrera que buscaba con desesperación aferrarse a la vida.
Terciopelo enredado, cruzando sus pasos, con dagas en la espalda y un compañero poco amigable, movía sus secos labios buscando reconforte. Una flor hubiese sido suficiente, un abrazo no pedido hubiese curado ciertas heridas, pero ni gritando habría conseguido fijaran, por un instante, sus miradas ante la tempestad invisible que azotaban su mente y cuerpo.
–Está bien, su salud mental es buena. Ningún consanguíneo ha sufrido esto. No está loca.
Una mujer le arrullaba, solía visitarle cuando en soledad se encontraba. En un cuarto tan caluroso y tan frío, elevar sus pensamientos a nada era la última barrera que buscaba con desesperación aferrarse a la vida.
"Desearía poder ser normal, como los demás"
Ver con tristeza a quienes pueden disfrutar del día era algo que sus ojos envidiaban. El transcurrir de una apacible mañana y de poder caminar sintiéndose dueño del mundo, lucían inalcanzables.
Ver con tristeza a quienes pueden disfrutar del día era algo que sus ojos envidiaban. El transcurrir de una apacible mañana y de poder caminar sintiéndose dueño del mundo, lucían inalcanzables.
Soñar, soñar era lo único que lograba alcanzar. Los grilletes le hacían sucumbir ante el peso y, retorciéndose en el suelo, las risas de sus no deseadas amistades retumbaban en sus oídos. Como a un infante, le dejaban correr, tocar y sentir el vivir. Era inmensa la fuerza que le recorría, sin embargo, una tetra le esperaba al final del pasillo. Qué desagradable juego.
"Siempre estuvo ahí. Grité y me callaron. Ahora lloran desesperados"
Los días de fiesta se han terminado, mientras su luz se extingue, ellos intentan hacerle despertar para intentar corregir errores. Es una noticia silenciosa, donde sólo participan los padres, hermanos y un par de amistades. Una palmada no produce consuelo, han llegado tarde y el despertar es el único que puede traer algo de alivio.
"Pero… ¿es necesario llegar al extremo para que lo crean?"
Nunca se trató de jugar, nunca se trató de manipular. Sólo pidió ayuda y recibió frases pútridas. El problema creció en silencio, el lúgubre rostro, el armario desordenado y el nulo interés en lo pequeño que le mantenía con vida eran signos alarmantes de su gravedad.
"¿De qué sirve llorar? No quiero regresar"
A oraciones desesperadas y perdones incontables, se aferran al cuerpo mientras su alma vaga en aquel sendero, distante de tranquilidad y vida buscando sanar cualquier herida. ¿De qué sirve un cuerpo sano, si la mente está destruida? Salud mental. Un tabú. Una leyenda. Palabras invisibles escritas en paredes que cobran sentido hasta que se sufre.
No, no es necesario esperar ver rondar a la muerte para escuchar y arropar.
"¿De qué sirve llorar? No quiero regresar"
A oraciones desesperadas y perdones incontables, se aferran al cuerpo mientras su alma vaga en aquel sendero, distante de tranquilidad y vida buscando sanar cualquier herida. ¿De qué sirve un cuerpo sano, si la mente está destruida? Salud mental. Un tabú. Una leyenda. Palabras invisibles escritas en paredes que cobran sentido hasta que se sufre.
No, no es necesario esperar ver rondar a la muerte para escuchar y arropar.
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