…la puerta golpea inesperadamente y me despierta: ¿donde estoy? Miro a mi alrededor. Mesas. Gente. Humo… un bar. Una cerveza delante de mi. Debe ser mía. La bebo. Aun esta fría.
La deben haber traído hace poco. Hoy tengo uno de esos días…
Hay una señora de mi edad en la barra. Bueno, mi edad… seguro que ella diría que no, que es mucho más joven que yo, que ya sé como son las mujeres: con su edad no se juega. ¡Pobre de ti que cometas el error de acertar cuantos años tienen! Te van a retirar la palabra de por vida.
Ella me mira. Sonríe. ¿La conozco? Tal vez. ¿Coquetea? Sí. ¡Sí! Pero, ¡quien me lo iba a decir! Precisamente hoy que no estoy aquí del todo, hoy voy a tener suerte…
Es una señora elegante y distinguida. Quizás debería acercarme a ella. Presentarme y dejar que el destino juegue sus cartas. Pero, ¿y si me rechaza? ¿Y si su dulce sonrisa no quiere decir nada? ¿Y si solo ha sido producto de mi imaginación?
¿Por qué me acuerdo de su sonrisa pero no de cuantos hijos tengo? ¿Y nietos? ¿Tengo nietos? No… yo nunca he llegado a tener hijos… ¿o sí? No lo sé… hoy parece que no voy a poder recordar nada. Mejor ni intentarlo. Mejor crear nuevos recuerdos. Sí. ¿Qué puedo perder? Si me rechaza, en tres minutos ya lo habré olvidado. Alguna cosa de buena tenía que tener esta maldición. Venga, va. Sí. Estoy decidido. Me acerco a ella. La saludo. Nada a perder, mucho por ganar…
"Hola… me llamo Pedro"
Ella me sonríe. Creo que le gusto. ¡Oh! Me coge la mano. La cosa va mas rápida de lo que me esperaba. Somos viejos y no tenemos tiempo que perder en cortejos. Así me gusta, una mujer decidida. La invitaré a tomar algo y la seduciré haciéndome el galán.
"¿Quiere tomar algo?"
Ella no me ha dicho su nombre: mejor, así no lo olvidaré.
"No, Juan… yo ya me he terminado mi bebida hace rato. Se ha hecho tarde y tenemos que irnos."
"Muy bien, pero, ¿a donde?"
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