Una tarde cuando desperté absorto por lo cansado, sentí una suave brisa ligera que acaricio mi ser y se percibió cercana. Mi pecho se abrió como en flor y recibió aquella brisa como "sanidad del alma". Yo sé que he cambiado mucho desde que aquello ocurrió; pero debo entender que él ya no está y no volveré a verlo. Su recuerdo, siempre perenne en mi ser, me hace creer a veces que quizás esto fue un sueño y que pronto lo volvería a ver como antes para seguir paseando por las calles de Miraflores.
No.
No lo volveré a ver.
Basta ya.
No volvamos.
Asentemos el pie.
Ven, ven razón mía, y no te vayas de mi otra vez ahora que has vuelto después de un duro tratamiento. Vamos, vuelve, no te desesperes.
Respira.
Todo ha pasado.
La corriente se llevó a algunos. Pero tú, aun estas vivo, y acepta que tienes seres que dependen de ti y te esperan.
Respira.
Ora…
"…Oh Dios mío, tú has sido mi baluarte cuando ya no sabía a quién recurrir. Y cuando me dijeron que mi amigo murió en el hospital, tú fuiste la cruz en donde me apoyé para poder resistir la depresión que me dio porque por momentos sentía que la vida ya no tenía sentido…
…Muertos, contagios, enfermos. Una pesadilla que está pasando, poco a poco, por fin; y que se ha llevado a muchos de nosotros, de entre ellos, a mi amigo Ayala, que se fue; y ya está a tu lado, Dios, que sé ya lo estas cobijando…
…Gracias, Dios, porque das a este mundo finalmente una nueva oportunidad y ahora que ya se aclara el cielo porque acaba esta pandemia, tú has sido, tú has sido, Dios mío, la medicina idónea para salir por fin de esta tristeza que no parecía no tener fin; pero tu pusiste tu mano y otra vez la luz empieza a salir…
…Por favor, Dios, no nos desampares otra vez".
Esta oración la repetí antes de abrir el cajón donde guardaba todas mis pastillas antidepresivas, y dejando todo atrás, cerré la puertecilla y llamé a mi casa, donde mi madre me contestó.
- Terminó la cuarentena, Miguel, terminó la cuarentena.
Reí, y contesté:
"Voy, voy madre, allí voy".
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