Cuentan que en el año cinco mil vivía un anaranjado, rodeado de un cielo azulado, amaba la felicidad y estar bien acompañado. Cuenta una historias que antes de dormir, leía con un te y respetaba a todo un jardín. Todas las mañanas se levantaba para no dormir, olía un relato de Bahaudin. Luego, amaba a un colibrí y se encargaba de una orquídea que era como una mis.
Así pasaron sus décadas, pero como es normal en alguna comunidad, empezó a ansiar un poco de emocionalidad. Entonces, como no era parte del dial, el cartero se retrasaba sin más.
Después de pocos días, ya ni comía y descuidó aquel jardín, a la flor ni la sentía. El cielo a veces estaba de gira, servía lamentos y dejo de dar ungüentos. A veces caminaba, observaba al pavimento, silenciaba a las aves y los sabores estaban en guerrilla, la televisión era la última compañía.
Pero, una mañana una cría lo sorprendió con un portarretratos, estaba muy bien condensado. Una imagen a todo color, un poco de melado y muy bien detallado. Este si fue un teletrabajo, una grama en una visión y así oyó al invitado. Entendió, que estaba en el radar y las luces empezaron a brillar.
Aumento el color a su lado, rego por montón, contó experiencia con una ilustración y brindo una sopa con cada década que soñó. Desde entonces, levantó un poco la frente y vio al fiel azulado.
Cuentas en los torneos, bingos y mercados, que la flor se ha polinizado y el jardín ahora está enamorado.
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