Ocurrió hace un par de semanas en la zapatería que regento. Soy propietario, vendedor y al mismo tiempo cajero. Llega una señora acompañada de su hijo de unos quince años aproximadamente. Me pide un número de zapato de un modelo en concreto. Me dirijo a la trastienda en su busca y al cabo de unos instantes regreso.
–Señora, me dijo unos mocasines de qué número... –le pregunto. La señora cortésmente me lo vuelve a decir. Después de probárselos el chico y ya en la caja la señora me entrega su tarjeta de débito.
̶ ¿Me da su tarjeta? ̶ le solicito a la señora mientras le hago la factura.
̶ La tiene usted en la mano –me responde
–Disculpe señora, esta cabeza…
–¡Eso se llama amnesia! –me dice el hijo de la mujer, en tono burlón e irónico.
– Chico, mi padre fue perdiendo poco a poco el lenguaje y la memoria. Empezó por los nombres… La manzana dejó de ser manzana, el vaso pasó a ser eso, y quienes se acercaban dejaban de llamarse. Quiero decirte con todo esto, joven, que lo de amnesia es para personas más jóvenes, probablemente en mi caso se llame Alzheimer –le digo sonriendo al tiempo que le miro a los ojos.
̶ ¿Me da su tarjeta? ̶ le solicito a la señora mientras le hago la factura.
̶ La tiene usted en la mano –me responde
–Disculpe señora, esta cabeza…
–¡Eso se llama amnesia! –me dice el hijo de la mujer, en tono burlón e irónico.
– Chico, mi padre fue perdiendo poco a poco el lenguaje y la memoria. Empezó por los nombres… La manzana dejó de ser manzana, el vaso pasó a ser eso, y quienes se acercaban dejaban de llamarse. Quiero decirte con todo esto, joven, que lo de amnesia es para personas más jóvenes, probablemente en mi caso se llame Alzheimer –le digo sonriendo al tiempo que le miro a los ojos.
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