Me puse de apellido Feliz. El ruido saboteó mi mente. Fue un ruido deliberado y castigador tras una llamada de atención a una vecina. Se llama acoso. Mi mente estaba secuestrada y yo no era capaz de salir de esa niebla. Lo intenté todo. La empatía no siempre habita todos los corazones. La salud mental es responsabilidad de todos y ahora sé que las leyes no se ocupan de ella. Yo era una persona "normal"," fuerte" y alegre. La ignorancia es enorme respecto a estos temas. Nunca juzgues. Hay gente que tiene gripe y nadie le exige que salga ya de la gripe, ni nadie se molesta porque le digas que se abrigue. Pero en lo relativo a los problemas mentales, todo el mundo nos creemos por encima de todo.
Todo pasa a ser una obsesión. Pedí ayuda a una psicóloga y algo me ayudó. Pero yo necesitaba huir. Mi cerebro de reptil gritaba tan fuerte que no podía oír nada más. A esto se le unió que tengo animales y nadie alquila pisos con animales, otra de las asignaturas pendientes de este país cuando sabemos que los animales son fuente de tanta estabilidad mental.
Podía pensar un momento una cosa, y al minuto siguiente otra completamente diferente. Mi médica y otra psicóloga me decían que si me planteaba si estaba loca, no lo estaba.
Pero la locura vivió conmigo. El suicidio ocupó mi mente en varias ocasiones. Y hubo ataques de pánico en los que no me pude mover, y mi cuerpo temblaba al entrar en mi portal. Y respirar se convirtió en un ejercicio que me obligaba a hacer para no estar mareada todo el día.
Hasta que un día, en esa enajenación, en un grito, en una huida hacia quién sabe dónde, decidí alquilar una casa en un pueblo, lejos…no podía más, pero allí no podía vivir todo el rato. El miedo se apodera de ti y toma el timón. Y todo es miedo, todo.
Y ese fue lo que marcó la diferencia. Y ahora tengo alquilada una casa en la ciudad y una en la montaña, teniendo lo justo y sin olvidar, que la pobreza agrava todo, pero siendo consciente de que eso ha sido el punto de inflexión que me ha permitido empezar a respirar. Y cada día es un esfuerzo, pero siento que poco a poco retomo una pincelada de lo que yo era, y siento esperanza.
Y pienso acerca de la falta de educación en salud mental que tenemos, y sobre los frágiles que somos y lo difícil que es seguir adelante en algunas situaciones. Y me siento llena de amor y de compasión y de empatía hacia esa gente sobre la que antes ni pensaba. Y, ahora, que sólo existe el ahora, que no puedo pensar en mañana, sino en salvar este día, este momento, en ir avanzando paso a paso, también sé que algo ha cambiado radical e irreversiblemente en mi persona. Porque jamás olvidaré el sufrimiento de los demás.
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