El mozo vestía una camisa blanca y un chaleco bordó que combinaba con el pantalón. Debe haber tenido un poco más de 20 años, la piel pálida y las ojeras de alguien que trabaja para sobrevivir. Iba y venía entre la gente de la mesa central, que tenía alrededor de ocho participantes (Todos chicos que debían estar recién salidos de la facultad), y la mesa de la esquina que acababa de ser ocupada por un grupo de señoras sexagenarias muy bien vestidas. Era un agosto como cualquier otro, lleno de viento y con más días grises que noches blancas.
Desde afuera del bar, Martina observaba a los actores de la escena, simulando a los pintores que admiran por largos ratos los detalles que necesitan plasmar en un cuadro. Líneas de cara que necesitan entender: Arrugas, manchas, lunares… O no. Al principio era atractiva la idea de tener la capacidad de congelar el tiempo. El poder valorar en plenitud la fragilidad del ser humano para luego volcarla en tinta y pintura.
Le gustaba hacer esa pausa para inventarse historias. Todos esos signos de preguntas escondidos debajo de un sombrero, de un zapato. Bigeminados, como ella.
Todavía no quería entrar. No podía. No estaba del todo 'arreglada'. Desde hacía varios días que venía cargando un peso que parecía hundirle el pecho al caminar, al hablar. Sensación de encierro que sucedía en oportunidades, de caer en un agujero de cuatro metros de profundidad. Instantes en que se veía atrapada en un lugar tan angosto y tan alto que no se podía contemplar el sol directamente, sino a través de una mínima atenuación de oscuridad. Una vez y cada tanto le tocaba hospedarse en ese hotel. A veces tres días. A veces diez. A veces hasta que alguien le tirase una soga o le alcanzase una escalera. Estaba saliendo, pero todavía estaba adentro. No son guerras que se ganan en una única batalla. Hay que ir peleando de a poco. Un paso a la vez. El mundo no necesita la miseria de otra alma ahogada. Ella no lo valía. Y se escondió en esa idea por muchísimo tiempo: El 'Yo-no-valgo'. Estar en línea de fuego contra su propio ser. No es fácil encontrar armas que ayuden a que uno se supere. No es fácil pedir ayuda. Pero, era distinto. De a dos siempre es distinto. Ahora estaba acompañada.
Y cuando el frío empezó a acariciarle la espalda, tragó saliva y decidió abrir la puerta del lugar para acercarse al hombre de azul que estaba en la barra. Se miraron cara a cara y ambos se respondieron con una sonrisa.
- ¡Hola Marti! ¿Cómo estás? ¿Cómo has estado? Te ves hermosa.
- Un poco rota. Pero bien. Bastante bien. Gracias papá. ¿Y vos?
Le gustaba hacer esa pausa para inventarse historias. Todos esos signos de preguntas escondidos debajo de un sombrero, de un zapato. Bigeminados, como ella.
Todavía no quería entrar. No podía. No estaba del todo 'arreglada'. Desde hacía varios días que venía cargando un peso que parecía hundirle el pecho al caminar, al hablar. Sensación de encierro que sucedía en oportunidades, de caer en un agujero de cuatro metros de profundidad. Instantes en que se veía atrapada en un lugar tan angosto y tan alto que no se podía contemplar el sol directamente, sino a través de una mínima atenuación de oscuridad. Una vez y cada tanto le tocaba hospedarse en ese hotel. A veces tres días. A veces diez. A veces hasta que alguien le tirase una soga o le alcanzase una escalera. Estaba saliendo, pero todavía estaba adentro. No son guerras que se ganan en una única batalla. Hay que ir peleando de a poco. Un paso a la vez. El mundo no necesita la miseria de otra alma ahogada. Ella no lo valía. Y se escondió en esa idea por muchísimo tiempo: El 'Yo-no-valgo'. Estar en línea de fuego contra su propio ser. No es fácil encontrar armas que ayuden a que uno se supere. No es fácil pedir ayuda. Pero, era distinto. De a dos siempre es distinto. Ahora estaba acompañada.
Y cuando el frío empezó a acariciarle la espalda, tragó saliva y decidió abrir la puerta del lugar para acercarse al hombre de azul que estaba en la barra. Se miraron cara a cara y ambos se respondieron con una sonrisa.
- ¡Hola Marti! ¿Cómo estás? ¿Cómo has estado? Te ves hermosa.
- Un poco rota. Pero bien. Bastante bien. Gracias papá. ¿Y vos?
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