martes, 11 de mayo de 2021

Un hombre, una noche y lo inesperado

"Hogar, dulce hogar…" rezaba el viejo cartel en una arruida tabla veteada, que colgada sobre la puerta en la entrada. Un pórtico pequeño de troncos rústicos coronaba su sencilla morada.

Aquel pequeño municipio que recientemente habitaba, pasó de ser el lugar de su confinamiento (hasta que la pandemia pasara) a un refugio auspicioso.

Cuatro o cinco pasos fueron suficientes para toparse con el sillón amarronado que de alguna manera parecía aguardarlo.

Exhaló largamente y un cansancio de día ajetreado se coló por su respiro.

Dejó que su cuerpo, en lacia actitud, se derramara en la silla que cenital en la sala, protagonizaba junto a la mesa ratona, aquel living minimalista.

Un hilo de sueño enhebró una a una sus funciones vitales dándole protagonismo al reinado de Morfeo.

Despertó al tercer o cuarto fogonazo de luz que invadía la ventana, a la vez que un zumbido grave llenaba las escalas sonoras.

Corrió hacia la puerta sobresaltado y con el sueño aun enredándole el cuerpo la vio:

Allí estaba, imponente e increíble, a unos 20 metros del pórtico y sobre una improvisada plataforma de maderas viejas, una grandiosa nave espacial plateado-dorada que refulgía en luces de matices desconocidos semejando una gigantesca y exótica joya.

Tenía una cúpula superior y dos pares de alas laterales que denotaban un diseño de avanzada, mientras que un alerón tiburonezco, como un filo amenazador, se erguía largo al cielo en la noche expectante.

Silencio…

Ni un mínimo susurro se oyó en toda la zona, que parecía aguardar agazapada algún acontecimiento dramático.

Sus pensamientos, aún balbuceantes por el sueño, comenzaron a barajar ideas disímiles que justificaran la sorprendente escena, al punto que por instantes dudo de su Salud Mental.

Silencio…

El hombre parpadeó aletargado como quien se esfuerza por salir de un sopor que relentea su entendimiento.

El aliento apenas circulaba por sus fosas y su biología parecía escasamente disponer de una mínima reserva energética para reaccionar.

Silencio…

La bruma profusa desde detrás de la nave colapsaba el aire en vaivenes como una marea interestelar.

Nada más que él, la nave y la noche…

Una briza tenue lo trajo nuevamente a la escena, mientras las luces alternaban en rítmicos matices pigmentando las irregularidades de su rostro.

Con su mano derecha tanteó en el bolsillo trasero y extrajo un rectángulo plateado-dorado de suave metal que apuntó casi descuidadamente hacia la nave.

Al instante las luces y el zumbido cesaron.

Giró sobre sus pies y conservando un gesto de expresión confusa, entró en la casa y volvió al sillón precario y cenital en la sala.

Su cuerpo delgado copió nuevamente la forma del amarronado respaldo y antes de cerrar los ojos, pensó:

"Debo recordar no dejarla con la alarma activada cuando vuelvo a casa".

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