martes, 11 de mayo de 2021

El vació como arma de destrucción'

Cuando Juan y yo nacimos, una fría noche de diciembre, mamá nos prometió que nos cuidaría toda su vida. Y así fue. Recuerdo que todas las tardes, después del colegio, nos venía a recoger luciendo una preciosa sonrisa que nos proporcionaba seguridad, amor y paz.

Pienso que es la mujer más valiente que he conocido jamás. Se ve que cuando papá murió, durante nuestro embarazo, mi madre sufrió un trastorno depresivo mayor que duró muchos años, impidiéndole levantarse de la cama en ciertos periodos. Algunos vecinos la juzgaban y le acusaban de ser una mala madre y una cobarde. Yo creo que mamá no fue cobarde, fue una luchadora.

Las madres de nuestros compañeros del colegio la miraban con pena y desprecio, haciendo que nosotros la quisiéramos proteger aún más, cuidándola y haciéndola sentir querida.

Los años pasaron y cuando nos faltaba un mes para cumplir los dieciocho años, Juan y yo fuimos diagnosticados de esquizofrenia paranoide. Los amigos dejaron de llamarnos rápidamente, y los conocidos que nos encontrábamos por la calle nos evitaban como si fuésemos monstruos inestables con rasgos asesinos.

Hemos tenido una vida muy complicada. No se nos brinda la oportunidad de tener un trabajo fijo con la consecuente dificultad económica que ello implica. No hemos tenido relaciones amorosas, pues la gente nos tiene miedo y no se atreven a compartir con nosotros más que unos <<buenos días>>. Nuestros sueños se han visto truncados. Lo que sí que hemos tenido es el amor incondicional de una madre, la única que nos ha aceptado y nos ha querido tal como somos.

No sé muy bien porque estoy hablando en plural, pues realmente se puede considerar que Juan y yo somos la misma persona. Yo soy el cerebro de Juan, el órgano que mejor puede explicaros la enfermedad. Un neurotransmisor excitador cerebral llamado dopamina, empezó a aumentar en mis circuitos, haciendo que partes de mí se estimularan en exceso. Esto, a su vez, hacía que Juan sintiera o viera cosas que no estaban presentes en la realidad física, con todo el sufrimiento que esto significaba para él. Pienso que lo que más le duele es el vacío y desprecio recibido, como si él fuera el culpable de lo sucedido. Y yo me pregunto: << ¿Por qué es tan distinta la percepción que tiene la gente cuando es otro el órgano enfermo? ¿Por qué cuando un paciente batalla contra un cáncer se considera valiente, y sin embargo cuando la salud mental de una persona se ve afectada parece que incluso ella es la responsable de la enfermedad?>>.

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