Desperté en medio de mis miedos, mientras en la ventana me observa con ojos codiciosos, el demonio que me hace encogerme en mi hamaca por las noches. Le veo, con dientes descarnados que asoman su feo rostro. "¡Tú no existes!", le grito desaforado y el hombre de la bata blanca se asoma con una jeringa en la mano. De súbito, se convierte en una horrible gargola y quiere atraparme.
Llueve y cierro los ojos.
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