Camino a casa pasé por el puente. Quería meditar y el sonido del río lograba serenarme. Algo en mi interior venía molestándome hacía meses. Me había vuelto cada vez más solitario y retraído y la gente me incomodaba.
Era medianoche y la luna llena se divisaba en el horizonte como el negativo de un amanecer. Si es cierto lo que dicen que ésta es una hora mágica entonces debió ser real lo que viví: mi sombra cobró independencia alejándose hasta el borde del puente. La figura oscura parecía dispuesta a saltar.
Aunque al principio sentí un alivio, éste se vio opacado por una creciente angustia: "¿Ser perfecto?, ¿no tener zonas oscuras?, ¿ni dudas?, ¿ni miedos?".
De nada valía correr y tratar de agarrar a mi otro yo, debía atraerlo nuevamente a mí. Me senté en el suelo, cerré los ojos y me hice una pregunta: "¿Quién es el dueño del mundo?". La respuesta fue un hondo suspiro.
Acepté mis kilos de más, mi carrera poco lucrativa, mi torpeza para conseguir pareja y cada una de mis fisuras. Mi sombra dejó el borde del puente, se acercó y me abrazó.
Mi oscura amiga camina a mis espaldas recordándome que soy humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario