¿Qué es la locura si no atravesar el límite de la esfera de la realidad compartida? Adentrarse en un espacio exterior, un juego de sentidos y lógicas diferentes. Un lugar donde las reglas básicas que explican la realidad, el espacio, el tiempo, la gravedad… la causa y el efecto… son distintas. Y el resto observamos desde nuestra esfera el sinsentido de sus movimientos, de sus palabras, de sus acciones… sin comprender, con extrañeza, y miedo. Observamos tensos, esperando que cambien, que vuelvan al lugar de las reglas compartidas. No podemos seguir el hilo de sus acontecimientos mentales. Tratamos de arrastrarlos de nuevo adentro, intentando que atraviesen la atmósfera y abismo que los separa del resto. Ponemos toda nuestra energía en esa lucha, y aun así, es como intentar acercar polos magnéticos opuestos, una fuerza invisible, potente y abismal, que consume y agota a quien la reta, sin alcanzar acercamiento. Quien observa y no entiende, vive tenso. Vive luchando fuerzas invisibles. Vive, quizás, preguntándose por qué. Y hasta cuándo. Vive esperando que algo, en algún momento, cambie. Vive con la mirada puesta en un rompecabezas sin pistas, y sin fin. Vive intentando predecir lo impredecible. Vive intentando controlar, y controlarse. Vive, ¿vive?.
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