Mi vida, la veo pasar entre las ruedas que arrastran los vagones del tren y la quietud y el silencio de los viajantes que miran aturdidos sus pantallas.
Aquí nadie te ve, aquí a nadie le importas, un lugar de rutina donde nadie te conoce... no hay mejor sitio donde sentirse.
Cada día, cada noche entre vagones. Muchas horas vacías haciendo crucigramas. En mis auriculares la misma melodía, la misma rabia, la misma tristeza, la misma impotencia y soledad. La misma que cuando era un chiquillo. Y al igual que entonces, no tenía a nadie a quien contarle lo que me pasaba.
Lágrimas acompañadas de un monstruoso dolor de cabeza, un dolor somatizado, pinchazos en el estómago y polillas muertas en mi interior.
No queda un atisbo de vida en mi mirada. Los globos oculares llenos de sangre, se acentúan con las lágrimas. La garganta rota.
Pero estoy bien.
¿Hace más daño el valor o la misma mentira diaria?
Odiaba...
Hay odio,
porque en algún momento
te quise.
No hay comentarios:
Publicar un comentario