¿Te preguntas si existen el cielo y el infierno?
Nos contaron qué teníamos qué hacer para integrarnos en la vida comunitaria, para ser personas de provecho, para sentirnos realizados.
Adiestraron nuestro conocimiento y nuestras emociones con doctrinas y técnicas que dieron forma a nuestro pensamiento.
Asumimos con naturalidad detalles que marcaban pequeñas diferencias en situaciones cotidianas tales como que nuestros vecinos llamaran pistola a esa misma masa de harina, sal y agua a la que nosotros llamábamos barra de pan, pero nadie nos habló de cómo llegar a entender en profundidad el tipo de personas de las que nos rodeábamos cada día en todas partes y mucho menos de cómo llegar a conocernos a nosotros mismos.
El infierno es un estado de inconsciencia en el que falta la generosidad suficiente para afrontar las más íntimas necesidades propias y ajenas, es la falta de humildad para reírse de los defectos de uno mismo, es la carencia disfrazada de arrogancia, es un movimiento de inercia que vende inocentemente la intimidad los más oscuros fantasmas, es la imposibilidad de encontrar belleza natural en todas partes.
¿Quieres saber dónde está el cielo? Pues asume el infierno y dale la vuelta.
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