A veces aún recuerdo esas eternas noches, llenas de preguntas y sin ninguna repuesta. Cuando dormir era la unica forma de callar las esas voces pero también la tortura de empezar un nuevo día. Noches confusas mezcladas con días sin sentido, esperando que acabara una semana para no desar comenzar la siguiente.
Hundida en todo este caos, un día toqué a su puerta. Solo me esperaban un sofá y un cuaderno. No recuerdo que dije, o que dejé de decir, ni la velocidad con la que pasó el tiempo.
Me aterraba ser juzgada o exacerbar las heridas que sentía. Al contrario, cuando crucé de nuevo el umbral de la puerta, me encontré a misma teniendo nuevas herramientas para superar el día siguiente.
Sorprendentemente esa noche conseguí dormir, sabiendo que podría derrotar a esos fantasmas si decidía enfrentarme a ellos. No fue fácil al principio, pero semana tras semana conseguía erguirme con más seguridad y esperar con animo a un nuevo amanecer.
Ahora que miro en perspectiva, solo puedo darte las gracias por haberme alentado a hablar, a liberarme de mis prejuicios y cuidar del tesoro que soy. Porque ahora me atrevo a pedir ayuda, porque ahora vuelvo a ser yo.
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