Como todos los días desde hace meses, se levanta envuelta en su monólogo, un bucle enfermizo del que no sabe ni quiere salir y que la va hundiendo cada vez más y más en el fango.
La gente no la entiende, no ven esa gordura de la que tanto se queja, no ven que solo quiere estar sana, hacer ejercicio y comer menos, no parecen conscientes de cómo se ve su vientre cada vez que se sienta, ni del inmenso mundo que supone salir en manga corta. Para ellos es muy fácil "Come, come, come…" solo quiere que la dejen en paz, ¿es que no la ven? No ven que está gorda, que da asco, que así es normal que nadie la quiera, que nadie la desee, que le den pánico los espejos y que cada día tenga la necesidad de, con el corazón en la mano por puro terror, hacer una visita a esa máquina que la traduce a dos cifras que no paran de menguar, aunque nunca le basta.
Como todas las noches desde hace meses, transporta su esquelético cuerpo de 58 años hacia la cama; rumiando las mentiras que su mente se ha empeñado en creer.
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