Querido Luis
Te escribo para confesarte que, gracias a ti, estoy viva aún. Nunca me diste comida ni me trabajo ni dinero; pero pude contar contigo cuando más necesitaba a alguien, escucharte y leer en tu mirada que creías en mí porque valía más de lo que yo misma llegué a imaginar.
Cuando Ricky me pegaba, sin piedad, yo creía que lo merecía; estaba convencida de que le daba motivos. No me importaba verme al espejo llena de morados, con peladuras, los labios partidos, las piernas marcadas; todo lo aceptaba creyendo que estaba bien, que él, por ser mi esposo, tenía derecho a todo. Y yo a nada. Aunque quise matarme, no lo hacía para no dejarlo solo.
Cuando entendí por tus palabras y tu escucha que yo era una mujer con derechos y no una boba como me decían, un ser humano con dignidad – que lo amaba a él pero no me amaba a mí misma – cuando pude denunciar la situación y despertar, me rescaté de las cenizas, me sacudí el miedo y empecé a amarme nuevamente.
Por eso, después de tantos años, aunque nunca me leas, te doy las gracias una vez más por ayudarme a despertar.
LILI
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