En cada cofre neuronal de su mente colocó de a poco una parte de su ser asociando las vivencias que lo acompañaron en su corta vida. Comenzó a desgajarse como un tronco al que se le aplica severidad extrema. No pudo explicarse cómo una fuerza más intensa que la de la gravedad , le permitió caer tan profundo en esa telaraña de recuerdos y pensamientos oscuros que lo devoraron y lo deterioraron.
El cable a tierra significó la conexión incansable con los terapeutas, que lo trajeron varias veces de regreso a la realidad. Sin embargo, la lejanía entre los diferentes mundos se convirtió la mayor parte del tiempo en un abismo infinito, donde continuaba el camino hacia algún lugar recóndito y confuso, donde preguntar por el suelo nunca hizo falta.
La lucha por volver fue constante, aunque en algunos momentos la decisión se tornó muy difícil. Y al parecer esa pelea que continuó reiterándose, originó el punto de partida para volver al caleidoscopio existencial que lo identificó como ser y gracias a ese rayo luminoso, que llegó hasta sus manos frágiles permitiéndole así su ascenso directo a ese lugar tan esperado, donde pudo descubrir y entender la importancia de VIVIR.
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