Es domingo. Las aves tienen un vuelo lento y apaciguado. Las personas mantienen un caminar pausado; van arrastrando los pies en el pavimento de sus temores. Hoy domingo mis familiares vendrán a comer. Tengo que preparar todo para su llegada.
Mi madre me había hablado el día anterior. Me comentó que mi hermano ya había salido del hospital y quería ir a comer a la casa. Me sorprendí cuando me lo dijo; ya que hace varios años no sabía nada de él, hasta hace un mes, cuando intentó suicidarse y terminó internado en un hospital psiquiátrico.
La mañana se esfumó y la tarde se asomó por la ventana. Yo estaba en la cocina; la comida no paraba de salir. El timbre de la puerta comenzó a sonar constantemente; mi pareja fue abriendo la puerta y recibiendo a todos mis familiares. La casa se llenó de conversaciones y recuerdos. De pronto sonó la puerta y mi hermano entró. Todos voltearon a verlo, nadie se acercó a saludarlo. Mi pareja se acercó a él; lo abrazó tan plenamente que alcancé a ver una sonrisa en su rostro. Me miró, abrió los ojos y una mueca de felicidad comenzó a pintarse en sus labios. Entró a la cocina, caminó hacia mí, estiró su mano; su muñeca estaba vendada.
Sostuve fuertemente a mi hermano con un abrazo. En un instante volvimos a ser niños; cuando nuestra madre nos obligaba a terminar el conflicto con un abrazo. Lo sostuve por un minuto completo. Sentí sus manos en mi espalda. Regresamos a ser niños; reconciliándonos y limpiándonos las lágrimas. Lo miré a los ojos; se veía un perdón a través de sus pupilas. Sus labios intentaban sonreír; luchaban contra el peso de los años que lo hacían llorar. Le tomé del rostro y le dije: Aquí estoy, siempre voy a estar aquí. No te vayas, por favor. Me abrazó y sentí su corazón en mi pecho. Volvíamos a ser niños; sin miedos ni preocupaciones; jugando a ser felices. Me tomó de la mano y salimos de la cocina. Ambos nos sentamos. Las miradas de nuestros familiares nos seguían. Paulatinamente el ambiente fue relajándose. La sonrisa de mi hermano volvía a su rostro. Se lo repito cada fin de mes: No te vayas, por favor. Quédate un día más conmigo. Solo uno.
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