Los insultos me perforan como dagas en el vientre. Las oscuras nubes sobre mi cabeza dan paso a la tormenta. Después llega raudo el vacío y, con él, el abismo insondable. No veo nada a través de este velo opaco por más que lo intento y decido.
Decido morir.
Algo inesperado sucede; un evento que tira por tierra mis planes.
No recuerdo tus palabras pero sí lo que provocan. La amabilidad y calidez que las envuelven. El esbozo de una sonrisa, real esta vez, aparece en mi rostro. Durante un instante, dejo de ser una extraña en mi propia piel. Recibo tu cariño y siento merecerlo. Soy capaz de ver a través del velo y decido de nuevo.
Decido vivir.
Me enfrento a la tempestad porque he conocido la calma. Sé que vale la pena luchar por ella. Que en el esfuerzo de encontrar el rumbo en este barco a la deriva, hay otros que me acompañan. Otros como tú.
Siento que rozo la luz con los dedos.
Y esta es la luz que encontré en ti.
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