Hubo una vez una mujer que tenía un ovillo lleno de nudos en su corazón. Un día al despertar lo tuvo claro y decidió pedirle ayuda a una costurera, pero ella solo veía una manera de proceder, cortar y eso la hizo correr, hasta que el ovillo comenzó a deshacerse y tropezó; con él fuera del pecho, pudo observar con detenimiento, cada nudo; cada palabra que guardó y no dijo, cada vez que su boca dijo una cosa, pensando otra. Cada vez que no fue ella y se tragó su corazón, un nudo se formaba en su pecho y también en su garganta... y por fin lo vio, allí estaba el primer nudo y recordó ese día.
Pudo visualizarse de niña en el patio; sin miedos... meses más tarde el escenario cambiaba, mucha gente la rodeaba; gente de su edad, esta vez no estaba feliz sino asustada; quiso desaparecer, pero no lo hizo.
Suavemente agarró la madeja y comenzó a deshacer uno a uno aquellos nudos; que no quiso cortar porque también eran parte de ella y cuando terminó cogió la punta y bailó con el ovillo, bailó para devolverle a esa niña lo que le había robado.
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