Ella trepó en el aire desde la calle hasta el décimo piso y su sangre subió con ella. Entró por el ventanal abierto. Se secó las lágrimas. Guardó en su bolsillo la nota aquella. Abrazó a su abuela. Caminó hacia la escuela, el sol se alzaba en el cielo desde el oeste. Entró a la escuela empujada por otros niños. Sonó el timbre de salida, se abrió la puerta del aula, y ella se sentó en el último banco.
Escuchó las risas, vio sus dedos apuntándole. Se manchó su pollera con la sangre primera de sus 11 años. Le dolió el vientre y se asustó. Se levantó de su silla y caminó sola por el pasillo, mientras sonaba la señal de entrada. Llegó a casa y no desayunó.
Papá dijo: ¿Por qué no comes?
Ella se miró al espejo y se detestó. Se puso el pijama.
Mamá dijo: ¿A qué hora te dormiste anoche?
Ella giró en la cama. Y se durmió llorando.
Sonaron los mensajes en el celular: "Gorda" "Fea" "Sucia" "Tonta".
Pero quizás…
Ella despertó .
Mamá dijo: Acá estoy, te amo. ¿quieres contarme qué pasa?
Papa dijo: Lo que sea. Te amo.
Entonces el futuro existió.
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