martes, 5 de diciembre de 2023

Felices

Lo peor no es el diagnóstico, al final eso no es más que una palabra que se ha inventado un médico. Ni la necesidad de tomar pastillas quizá para siempre, a eso también te acostumbras. Lo más duro es la condescendencia de los demás, que a veces da la impresión de que estuvieran mirando a alguien de otro planeta. «Ay, pobre...», «¿Y cómo ha sido?», «¿Cómo lo estás llevando?» y otras tonterías semejantes.

Pues lo llevo muy bien, la verdad, y así se lo digo a quien me pregunta. Claro que hay cosas que no puedo hacer, pero como todos, que de los de mi pandilla no hay ninguno que valga para los Juegos Olímpicos, y a los que me miran con la ceja levantada no los aceptaría la NASA. A mí me ocurre igual: hay cosas para las que valgo y cosas para las que no, y a estas últimas no les doy más vueltas. Ahora, con las primeras soy enormemente feliz, disfruto, me esfuerzo y me realizo todos los días.

Pues ya está.

Porque, digo yo, ¿para qué hemos venido a esta vida, al fin y al cabo, sino para ser felices?

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