En las sombras de mi mente, luché contra tormentas que amenazaban con oscurecer mi luz. La soledad parecía ser mi única compañera, hasta que decidí alzar la voz y romper el silencio. Compartir mi batalla contra la oscuridad fue mi primera victoria contra el estigma. Descubrí que el volver a sentirme yo no solo empieza con la autocuración, sino permitirme que la comprensión florezca en conversaciones sinceras. Al desafiar los prejuicios arraigados, encontré apoyo en lugares inesperados. Mis amigos y familiares se convirtieron en aliados en esta lucha, no jueces. La aceptación reemplazó al juicio, y juntos construimos un puente hacia la esperanza. Al compartir mi experiencia, iluminé rincones oscuros que temía explorar. No solo salvé mi propia vida, sino que sembré semillas de empatía y entendimiento. La prevención, para mí, se volvió una red de conexiones humanas tejida con valentía y compasión, derribando muros de estigma y desafiando prejuicios para construir un mundo donde la salud mental florezca sin temor ni juicio.
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