Visualiza un vergel donde las mentes vuelan como mariposas, cada color representando una etapa única de superación. En este edén, los habitantes se unían en una danza de empatía y entendimiento, tejiendo redes de apoyo a partir de sus experiencias de depresión, ansiedad, trauma o adicción. Un día, un sonetista en busca de la belleza en la fragilidad humana convocó a la comunidad con versos que resonaron como campanas de consciencia:
En el jardín de las mentes floridas,
en donde todos los colores cuentan,
se encuentran todas las almas que alientan,
y comparten temor agradecidas.
Tan solo necesitan ser oídas,
y que comprendan las luchas que enfrentan,
apoyando y animando a quienes mientan,
por prejuicios que nunca salvan vidas.
¡Presten atención! ¡Requieren ayuda!
Cada persona busca pervivir,
sin importar si la persona es muda.
Lo que en verdad importa es convivir,
y prevenir la existencia con duda,
demostrando esperanza y fe en vivir.
Cada mariposa, más que una superación, representaba una etapa única, y cada rosa, un matiz distinto de experiencias similares. Juntas, pintaban un arcoíris de esperanza, donde cada palabra era un rayo de luz que disipaba las tinieblas y tendía puentes hacia la comprensión.
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