Hubo un capítulo en mi vida en el que me perdí en una oscuridad profunda. El pensamiento del suicidio cruzó mi mente más veces de las que puedo contar. La locura parecía ser mi única compañera constante, susurrándome incertidumbre y agitación a cada paso.
En esos momentos, no veía salida alguna. Cada día, me sentía un poco más absorbida por ese torbellino interno que consumía cada chispa de luz que intentaba encontrar. La idea de compartir estos pensamientos con alguien más me aterraba; no quería que nadie se diera cuenta de que estaba perdiendo la cordura.
Sin embargo, en medio de esa penumbra, llegó a mi vida un ser que irradiaba luz y comprensión. Gracias a esta persona, pude ver que mi lucha no se debía a una locura incurable, sino a una enfermedad que podía enfrentar y superar.
Ahora entiendo la importancia de buscar apoyo y la valentía que se necesita para tomar el primer paso hacia la sanación. Es fundamental reconocer y desmitificar los problemas de salud mental, hablar abiertamente sobre ellos, e involucrar a profesionales que nos pueden guiar por el camino del bienestar. La recuperación es un viaje personal, pero no tiene por qué ser solitario.
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