Odio tener que compartir mi casa. Al principio, cuando mi compañera llegó, casi no notaba su presencia; solo noté que físicamente se parecía mucho a mí. Pasaba de vez en cuando por delante de mi puerta o hacía un poco de ruido, pero me dejaba estar tranquila. Ahora, cada vez se deja ver más. A veces me obliga a quedarme todo el día en la cama. Las sábanas me tragan hasta que ella me deja volver a salir. También consigue meterse en mi cabeza con mucha facilidad: he llegado a pensar que quiere hacerme daño por las cosas que se me pasan por la mente cuando ella está presente.
Gracias a mi vecina de arriba, estamos consiguiendo echarla. Ella trabaja con personas que no logran vivir en paz por culpa de sus compañeros de casa. Cada vez que siento que mi compañera se acerca a mi habitación, subo las escaleras y toco su timbre para poder charlar con ella. Me ha prometido que juntas vamos a conseguir que recoja sus cosas y se vaya de una vez. ¡Qué ganas tengo de que por fin se vaya de mi casa!
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