lunes, 11 de diciembre de 2023

Trazos de libertad


Ese día los vi. A ellos, a los otros.

Me encontraba al borde del vacío que me libraría por fin de sus voces quejosas, sus reproches y lamentos. Entonces, prometo que los vi. Estaban todos allí, agolpados en mi pequeña habitación, caóticos e inconexos, levantando la
voz. Me llevaron de nuevo hacia dentro y me obligaron a sentarme. Tuve que poner orden en aquel desconcierto. A partir de ese momento comenzamos a reunirnos para mostrar nuestras miserias, formando un baile de palabras y voces compartidas. Fueron teniendo cara, cuerpo y hasta nombre. También una historia detrás. Una historia que los había llevado hasta mí. Los acomodé en la estancia y, a diario, iba a escuchar lo que habían venido a contarme. Los otros, los sin nombre. Los que están en mi cabeza. De los que llevaba huyendo toda mi vida. A los que había decidido tantas veces acallar o ignorar. Ellos, que me empujaron a asomarme al vacío, son los que me salvan a diario de la locura. Ellos forman mis relatos. Cambian de nombre y de forma, pero siempre son ellos. Aquel día que no salté comencé a escribir, los comencé a escuchar, los comencé a narrar.



Cuenteatrera.


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