Salió del portal con una sonrisa. Había pasado un año desde la primera vez que entró allí, y hoy todo se veía muy distinto.
Aquélla primera tarde el sol le parecía una condena, la temperatura era asfixiante y la calle gris, el reloj en su muñeca se empeñaba en demostrarle lo imposible de su día a día y sus músculos vivían en tensión constante regalándole dolores que la ponían de mal humor. Amiga entregada, empleada "proactiva" y madre abnegada, tenía entonces muchos objetivos por cumplir.
Hoy el sol brillaba en un cielo azul, se sentía abrazada por su calor y veía la calle salpicada de detalles en color. No tenía ni idea de qué hora era ni necesidad de saberlo y su cuerpo se movía relajado y en armonía con la mente que lo habitaba. Hablar, que agradable medicina, "No", bonita respuesta para planes indeseados, "Yo", la persona de quien no debía volver a olvidarse. Sus pulsaciones no volverían a rozar el límite, sus pulmones no volverían a negarle el aliento, su cuerpo no volvería a aquel estado. Echó a andar por aquella calle dejando atrás la placa en la que se podía leer "Psicóloga".
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