jueves, 23 de noviembre de 2023

La cena

Era su momento favorito del día. El momento en el comedor del hospital en el que podía ver a todos sus compañeros, y, a falta de palabras por parte de K., ellos hablaban.

V era una tacoma. Su pijama siempre tenía gotas de sangre de cuando se abrían sus heridas más recientes. En su piel no había un lugar sano. Todo era carne viva. K. no se atrevía a mirarle las manos mientras comía, pues, si el pijama se levantaba, podías ver muñecas ensangrentadas que no podían curarse si se abrían una y otra vez.

N. era una farmacia. Conoció a K porque, antes de llegar, se había tomado todas las pastillas que había encontrado en su casa. Tranquilizantes sobre todo, pero también antipsicóticos, relajantes musculares, antidepresivos… más de veinte blisters en su estómago. Por lo que le había contado a K., antes de estar allí, había ido a otro lugar, en el que le lavaron el estómago, pero no el cerebro. Tenía la idea de volverlo a hacer.

Y así siguieron, hablando y hablando mientras K. escuchaba. Pero, en un mundo así, ¿quién quiere decir palabra? Se preguntaba él.

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