Una pequeña de brillante sonrisa gustaba de coleccionar rocas. Lilith era su nombre, y alegraba a todos con su sonreír, sobre todo cuando añadía una piedra más a su colección. Mas, todo cambió cuando halló una pieza de oscura obsidiana, pues esta al sostenerla, no sintió gozo, sino de pesar.
Llevó la piedra a su hogar, y se la mostró a su mamá. Tras observar el inusual objeto, sonrió y le dijo:
- Amada hija mía, esta no es una piedra cualquiera, esto es, en realidad, un espejo.
- ¿Un espejo?-preguntó sorprendida Lilith-.
- Sí, Lily, así es -respondió paciente su madre-. Los espejos que tenemos en la sala, en los dormitorios o sobre el lavabo, reflejan nuestros rostros, y cómo nos vemos por fuera, pero este pequeño trozo de vidrio natural, puede reflejar lo que tú sientes en el interior, yo lo llamo, un espejo del alma.
- Pero, ¿por qué me siento así al verlo?, yo siempre sonrío.
- Ese es el problema, cariño mío. Sonreír siempre, también lastima. Está bien llorar y sentirse triste, todos pasamos por momentos dolorosos, lo importante es saber que no estamos solos, y que siempre hay alguien dispuesto a extender una mano.
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