Concordia entre vida y muerte, es la paz del que tiene la muerte anunciada, acepta con quietud y abriga la anticipación. La armonía del que se rinde a su destino. No es menos cobarde, al que se conforma a una vida de apatía.
No se puede juzgar al suicida o al condenado, porque ya obtuvieron su sentencia. Hágase su voluntad, y cuiden a sus allegados. La carga del exánime es carga útil para el cercano.
En el frágil equilibrio entre el coraje y la aceptación, vi mi libertad en la caída y que por azar mi cuerpo persistió, pocos obtuvieron mi suerte. Brote la esperanza al tocar fondo.
Entre sábanas y paredes blancas, alas del hospital, la resiliencia es la fuerza que el cuerpo entiende. Bajo el peso de las decisiones trascendentales, llevo la carga de aquellos que optaron por un camino irrevocable, mientras yo, por ventura, tuve una segunda oportunidad. Agradecida, descubro un destino donde vislumbré un final; hoy veo un nuevo comienzo.
Relato testimonial, cuento historias entrelazadas de aquellos que se enfrentan a la dualidad, con aceptación y la tibia promesa de que, incluso en el abismo, la esperanza puede florecer.
Gracias, mamá, por cuidarme cuando no pude.
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