martes, 14 de noviembre de 2023

Parasuicida

La cama es confortable; las sábanas, están limpias y huelen a lejía. A mis pies, una cuña de plástico recoge mis humores y me garantiza que no tendré que levantarme, lo que dadas mis circunstancias (hay un gotero prendido a mi muñeca) resultaría, como poco, incómodo.

Pulso el interruptor que hay junto a la cama. Viene, solícita, la enfermera de turno, que se interesa por mi estado y recoge la cuña para vaciarla. 

- ¿Cómo estás? - pregunta. Se trata de una chica joven. Más que yo.
- Estoy bien – respondo con resignación-, pero me agobia la sonda.

Desde que me hicieran el lavado de estómago, tengo inserto un tubo de goma que entra por mi nariz y baja por mi garganta-. Pero me gustaría que me quitaran esto.

Ella sonríe con simpatía. Se marcha.

Al rato, regresa para sacarme la sonda. En mi historial, han escrito "Intoxicación medicamentosa". Hace unas horas, he ingerido una buena porción de benzodiazepinas para acabar con mi vida.

Llega la psiquiatra de guardia. Se dirige a mí con cariño.

Es, sin excepción, el personal del hospital amable y competente. Gracias a ellos, vislumbro un rayito de esperanza.

Definitivamente, merecerá la pena vivir.

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