Con disimulo oculta sus muñecas con unas gruesas pulseras, pero nadie en la sala se da cuenta. Espera que las miradas no sean acusadoras. Extraños que la acogen en su círculo y comprenden. Cuando termina de hablar, los aplausos la animan. Una mujer de su edad se acerca al finalizar la reunión. Tras un fuerte abrazo le dice que ella pasó por algo similar. Que debe seguir sin que esas cosas la empujen de nuevo al abismo. No existen y no le van a hacer daño. Sale de la sala. Al fondo del pasillo, un hombre sin ojos abre una boca de dientes afilados, las voces son intensas en su cabeza. Sigue caminado a paso acelerado. Al salir a la calle ve a un niño que la saluda y llora sangre. Las voces son menos intensas. Sigue hacia el coche. Su hermana la espera al volante.
- ¿Que tal ha ido?
-Bien.
- ¿Los has visto?
-Sí.
El coche arranca y al mirar por la ventanilla, dónde había visto al niño, sólo había una papelera desencajada. Suspira aliviada. Se toca las muñecas y está segura de que jamás va a volver a suceder.
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