No dejaba de caminar. Caminaba sin rumbo arrastrando la chaqueta por la arena, no sentía nada y sin embargo, no podía dejar de caminar, buscaba la paz del mar. Llamaba desesperada a la voz profunda que a veces me hablaba, una voz firme y segura que acudía en los momentos débiles, cuando los susurros me abatían y no me dejaban seguir. Llevaba luchando un tiempo contra sus peticiones y ahora susurraban una vez más. Me senté en mi roca, me envolvió la brisa del mar, respiré profundamente, escuché que el mar me hablaba, quería que me perdiese en él, resultaba delicioso pensar en fundirme en sus aguas, agarrarme a sus olas y desaparecer. Tal vez así, los susurros se olvidasen de mí y llegara mi paz. Entonces apareció Erik, se sentó a mi lado, me abrazó, me besó, respiró conmigo y estuvo allí hasta que se desvaneció su recuerdo, pero antes de irse con su voz profunda me recordó que regresara limpia, sin escuchar los susurros de la oscuridad que mi mente atraía y que no existían. Regresé a casa, me tomé mi medicación, me tumbé tranquila y esperé que pasase otro día más.
Blog con los relatos presentados al concurso convocado por la Plataforma “Salud Mental y Cultura”, integrada por la Unidad de Salud Mental Comunitaria del Hospital de Los Arcos-Mar Menor, las concejalías de cultura de los municipios de Los Alcázares, San Javier, San Pedro del Pinatar y Torre Pacheco, las asociaciones AFEMAR, AIKE Mar Menor y LAEC, y la Fundación entorno Slow-Proyecto Neurocultura de Torrepacheco.
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