Recostó el cuerpo en el muro de las sensaciones mágicas. Experimentó que su giba—en la que tenía almacenada los tuétanos de la tristeza—, levitaba hasta alcanzar la cima y se perdía en el horizonte de las aventuras. Decidió posar el vientre en el muro. Las pulsaciones del útero marcaron el compás de la marcha de los órganos de la vida que no quieren seguir viviendo. Recostó la oreja derecha y su oído fue invadido por el eco de risas y cantos. Desorientada, aplastó los ojos sobre el muro y pudo ver su espalda y su vientre que danzaban —en el otro lado—al ritmo de la sinfonía del amor. Se quedó contemplativa, sacó un aerosol de color negro y escribió en el muro ¿Qué es la felicidad? Y a medida que escribía las palabras, uno a uno, se derrumban los ladrillos del muro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario