Al ver su mirada perdida no pude sino recordar el día en que papá y mamá me la presentaron, sus iniciales balbuceos y, luego, palabras, sus primeros garabatos parecidos a los más sencillos números y letras, su inicio de colegio en una mañana de finales de verano, sus nervios de la Noche de Reyes, su pasión y miedo por las olas del mar en la playa, su cariño inmenso por nuestro perro Bravo, su mecano preferido con el que construía una y otra vez, su bicicleta, sus primeros amigos de tantos secretos en el recreo de la escuela, su vestido de Primera Comunión, su primera excursión con noche fuera de casa, sus lágrimas en el entierro del abuelo, su cambio suave a la adolescencia, sus primeras fiestas juveniles... "¿Qué dice el médico?", me preguntó.
"¡Qué es obligatorio cumplir lo que dice y ser feliz!", y le sonreí como siempre.
En casa, papá y mamá le hacían cien mil preguntas, a la inteligencia artificial, sobre la esquizofrenia...
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