A tu lado cuatro años, pero se marchitó tu amor.
Me dejaste, me rompiste y me hundiste.
Y no supe cómo subir de este pozo sin fondo en el que me sumí.
Y se me pasó por la cabeza marchar para esa pena en el pecho apagar.
Sin ganas de nada, sin aliento y sin motivación, ¿qué podía quedarme en la vida sino desesperación?
Desesperación por perderte, desazón por quererte, un amor que quemaba, caliente, en un cuerpo helado, inerte.
Y desde la altura vi la serenidad, en el salto al vacío, la claridad.
Las voces se irían y el dolor desaparecería.
Pero mamá me abrazó y todo terminó.
Dejé de esperar un amor marchito y marché por recuperar mi amor, el propio, el que llena cada uno de los pedacitos que componen nuestra esencia, nuestro armazón.
Y hoy lo celebro con las heridas del pasado, las que habitan en mi cerebro, las que no me han abandonado.
Siguen ahí porque caí pero vencí.
Sí, pensé en saltar y del tormento escapar y con mi lamento acabar.
Pero decidí volar.
Con los pies en el suelo quise seguir, sin miedo a volver a vivir.
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