Aprendí a ver la vida de otra manera cuando me di cuenta de lo innecesario que era escuchar la opinión de los demás.
Es inevitable la relación entre seres humanos, claro está, pero muchas veces esa relación nos transmite cosas que no necesitamos en nuestra vida, sobre todo opiniones negativas. Muchas veces juzgamos y prejuzgamos sin darnos cuenta del dolor que podemos causar. No es difícil pensar las cosas antes de decirlas.
Solían decirme desde que tenía seis años que era "rellenita", que mis dientes estaban torcidos, que tenía los ojos enormes, todos comentarios sobre mi forma física. ¿Qué más le da a la gente como sea yo? ¿Es que si engordo van a ganar menos dinero? ¿O va a irles mal en su día? Basta ya de prejuicios.
La vida cambió cuando aprendí a decirme que mis ojos grandes eran perfectos, que mis dientes podían arreglarse con un poco de ortodoncia si quería, que se podía estar en la forma física que más me apeteciera siempre y cuando me mantuviera sana. Aprendí que las cosas se hacen por y para uno mismo. Aprendí a escucharme a mí misma.
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