Hombre de mediana edad. Un perverso eufemismo para medir el tiempo, y etiquetar sueños, delirios, y emociones. Ni tuve el brillo del oro, ni la arrogancia suficiente para abrir los codos, y crear un artificial espacio de seguridad. Me faltó ocurrencia y atrevimiento. La suerte que engalana la mediocridad, poblando de virtudes a los débiles, y estimulando al cobarde. Pesimista sin vocación, pero las cartas que me repartieron no permitieron una mejor jugada para salir del laberinto. La ingenuidad siempre me coloca al borde del abismo, o a enredarme en la telaraña, y aunque intento huir de las malas hierbas, siempre soy un alumno en prácticas de la codicia, manipulación, y crueldad humana.
Conocías mi vulnerabilidad, y a pesar que permanecer en un segundo plano me proporcionaba sombra y refugio, necesito que me des una tregua. De tanto morder el polvo se me está haciendo bola, y para recuperar el aliento deberías levantar un poco el pie.
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