Anoche no tuve pesadillas: la noche fue una pesadilla. Vueltas sin vencerme el sueño, el despertador amenazando con golpearme en cualquier momento…
Tictac… Sus agujas clavándose en mi sien.
Giro, giro pero no caigo, ¡no caigo dormido! Hoy no duermo...
"¡Despierta!", grita la alarma martilleando. En la vorágine del despertar de un nuevo día, mi cabeza es un trompo.
Este zombi consigue arrastrarse al baño. Se refleja una cara en el espejo. Soy yo, estoy horrible. Encandilado, veo una mancha oscura sobre mi frente. Las sábanas marcaron mi cara, cual arado sobre tierra inerte. Mis ojos lo dicen todo; yo digo: quiero volverme a la cama. ¿Cómo ir a trabajar así? El autómata abre el agua gélida: la bofetada de buenos días. Ahí sigue ese borrón, esa sombra… ¿Qué es esa nube negra…? Vuelvo a lavarme, no se va. ¿Es el nubarrón que se cierne sobre mí cada mañana…? Amenaza tormenta en mi cabeza, como siempre… ¿Son las nubes que arrastro, esos malos recuerdos que no me abandonan, de los que no escapo ni perdonan, teniéndome así, derrotado y gris?
Entonces paso la toalla por el espejo, y me digo: "¡No es ninguna nube, es el espejo que está sucio!".
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