Quién no tiene sueño en esta vida y querría que la utopía durase para siempre. A mi me pasó a la edad francesa, donde me hice muy amiga de una chica a la que halagaba. Resulta ser un recuerdo angustioso. Me acabó dando dificultades a corto y largo plazo para abrirme entre más gente a pesar de dejar de invitarla a suficientes cumpleaños míos.
Rompí la amistad y nada se pudo hacer al respecto para no salir perjudicada. Todo se acabó y querría pensar que no queda más que el recuerdo. Mi ruptura se vivió con vergüenza y deshonor. No dije nada. Ella disfrutó del subidón. Y yo me hundí en la amargura. Me imaginé cayendo desde el séptimo de mi balcón. Pensé que en esta vida, nada más merecía la pena. Aprendí a tener miedo a la gente. A rehuirla.
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