Alicia se sentía atrapada en una isla pequeña y asfixiante. Todo comenzó como una gripe, pero no se recuperaba. La fatiga y el dolor se apoderaron de ella. No tenía fuerzas para nada. El médico le dijo que todo estaba bien, pero ella sabía que no era así. La rabia que solía sentir se había transformado en hastío. La tristeza la anulaba. Alicia estaba atrapada en su propio país.
Un día decidió que no quería seguir viviendo así. Se armó de valor y empezó a nadar hacia el horizonte, a pesar de que las olas la golpeaban. Finalmente y tras mucho esfuerzo, llegó a una nueva orilla. Allí encontró a un grupo de personas que la recibió con los brazos abiertos. Le dijeron que ellos también habían pasado por lo mismo. Juntos empezaron a construir un nuevo mañana.
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