Miro el reloj, cinco minutos para el descanso, me da la sensación de que está congelado. Cojo el lápiz, suelto el lápiz, miro al frente y cambio de postura. Cierro el cuaderno y trato con todas mis fuerzas de escuchar al profesor de fondo. Intento copiar, intento enfocar y vuelvo a coger el lápiz. Copio la mitad del ejercicio, pero el profesor lo borra. Oigo cuchicheos en la parte del fondo.
Tres minutos. Miro atrás, todos me observan, miro adelante. Me coloco el pelo y vuelvo a abrir el cuaderno. Copio una frase, me cuesta. Un estornudo, tres carcajadas y una llamada de atención. Piden voluntarios, bajo la mirada, eligen a Luis.
Dos minutos. Luis termina el ejercicio, miro al frente, miro al costado y todos copian. Copio, pero no paso del segundo enunciado. Guardo el lápiz, saco la goma, la araño y se cae un trocito. El profesor me mira, aparto la mirada, me concentro en su voz.
Suena la campana del descanso.
- - Tú, ven aquí.
- - ¿Yo? – Me acerco y miro al suelo.
- - Sí, tú. A ver si pones más atención la próxima vez, vale que tengas "problemas", pero hay que esforzarse un poquito… ¿No crees?
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