Alba muestra una expresión apática y una mirada distante con cierto tinte de desconfiada y culpabilidad. La joven desconoce las alternativas a las que optar tras el incidente ocurrido con su tío en casa, siente que se encuentra en estado de shock: una combinación de culpabilidad y bloqueo emocional que le desequilibra, le impide pensar y actuar con claridad y naturalidad.
- "¿Qué piensas tía? No te pongas tan seria otra vez cariño- Intercede Rebeca-.
- Os tengo que contar…no puedo más –responde Alba.
Como la desembocadura de un mar de angustias, las palabras de Alba salen a borbotones, sin posibilidad de ordenarlas, justificarlas o regirse por unas reglas espacio- temporales que las ubique. Es consciente de que su atrevimiento en esta confesión va a derivar en acciones y, todo el desahogo anterior, se convierte en tensión y terror por unos instantes. El desconcierto de Alba se desvanece cuando percibe el apoyo incondicional de su grupo de iguales.
Las fieles camaradas tenían sospechas de que algo en el entorno familiar de su amiga no estaba bien, aunque lo más llamativo y que Alba siempre intentaba ocultar, eran las señales de cortes que presentaba en sus muñecas.
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